Epicuro
Eumenis Megalopoulos | 18 oct 2024
Contenido
Resumen
Epicuro (341-270 a.C.) fue un filósofo y sabio de la antigua Grecia que fundó el epicureísmo, una escuela filosófica muy influyente. Nació en la isla griega de Samos, de padres atenienses. Influido por Demócrito, Aristipo, Pirro y posiblemente los cínicos, se volvió contra el platonismo de su época y fundó su propia escuela, conocida como "el Jardín", en Atenas. Epicuro y sus seguidores eran conocidos por comer comidas sencillas y debatir una amplia gama de temas filosóficos. Permitía abiertamente que las mujeres y los esclavos se unieran a la escuela. De las más de 300 obras escritas por Epicuro sobre diversos temas, la gran mayoría han sido destruidas. Sólo tres cartas suyas -las dirigidas a Meneceo, Pitocles y Heródoto- y dos colecciones de citas -las Doctrinas principales y los Dichos vaticanos- han sobrevivido intactas, junto con algunos fragmentos de otros escritos suyos. Como consecuencia de la destrucción de su obra, la mayor parte del conocimiento sobre su filosofía se debe a autores posteriores, en particular al biógrafo Diógenes Laërcio, al poeta romano epicúreo Lucrecio y al filósofo epicúreo Filodemo, y con relatos hostiles pero en gran medida precisos del filósofo pirrónico Sexto Empírico y del escéptico académico y estadista Cicerón.
Epicuro afirmaba que el propósito de la filosofía es alcanzar y ayudar a los demás a alcanzar una vida feliz (eudaimónica) y tranquila, caracterizada por la ataraxia (paz y liberación del miedo) y la aponía (ausencia de dolor). Defendía que la mejor forma de dedicarse a la filosofía era llevar una vida autosuficiente rodeado de amigos. Enseñaba que la raíz de toda neurosis humana es la negación de la muerte y la tendencia de los seres humanos a suponer que la muerte será horrible y dolorosa, lo que, según él, provoca ansiedad innecesaria, comportamientos egoístas de autoprotección e hipocresía. Según Epicuro, la muerte es el fin tanto del cuerpo como del alma y, por tanto, no debe temerse. Epicuro enseñaba que, aunque los dioses existen, no intervienen en los asuntos humanos. Enseñaba que las personas debían actuar éticamente no porque los dioses las castigaran o recompensaran por sus acciones, sino porque, debido al poder de la culpa, el comportamiento amoral conduciría inevitablemente a que el remordimiento pesara sobre sus conciencias y, como resultado, se les impediría alcanzar la ataraxia.
Epicuro era empirista, es decir, creía que sólo los sentidos son una fuente fiable de conocimiento del mundo. Derivó gran parte de su física y cosmología del filósofo Demócrito (c. 460-370 a.C.). Al igual que Demócrito, Epicuro enseñaba que el universo es infinito y eterno y que toda la materia está formada por partículas invisibles extremadamente pequeñas, conocidas como átomos. Todo lo que ocurre en el mundo natural es, en última instancia, el resultado de átomos que se mueven e interactúan en el espacio vacío. Epicuro se apartó de Demócrito al proponer la idea del "desvío" atómico, que sostiene que los átomos pueden desviarse de su curso previsto, permitiendo así que los seres humanos posean libre albedrío en un universo por lo demás determinista.
Aunque populares, las enseñanzas epicúreas fueron controvertidas desde el principio. El epicureísmo alcanzó su máxima popularidad durante los últimos años de la República romana. Se extinguió a finales de la Antigüedad, sometido a la hostilidad del cristianismo primitivo. A lo largo de la Edad Media, Epicuro fue recordado popularmente, aunque de forma inexacta, como un mecenas de borrachos, puteros y glotones. Sus enseñanzas se dieron a conocer gradualmente en el siglo XV con el redescubrimiento de textos importantes, pero sus ideas no se hicieron aceptables hasta el siglo XVII, cuando el sacerdote católico francés Pierre Gassendi revivió una versión modificada de las mismas, que fue promovida por otros escritores, entre ellos Walter Charleton y Robert Boyle. Su influencia creció considerablemente durante y después de la Ilustración, influyendo profundamente en las ideas de importantes pensadores, como John Locke, Thomas Jefferson, Jeremy Bentham y Karl Marx.
Educación e influencias
Epicuro nació en el asentamiento ateniense de la isla egea de Samos en febrero del 341 a.C.. Sus padres, Neocles y Querestrato, eran atenienses de nacimiento, y su padre era ciudadano ateniense. Epicuro creció durante los últimos años del periodo clásico griego. Platón había muerto siete años antes de que Epicuro naciera y Epicuro tenía siete años cuando Alejandro Magno cruzó el Helesponto hacia Persia. De niño, Epicuro habría recibido una educación típica de la antigua Grecia. Como tal, según Norman Wentworth DeWitt, "es inconcebible que hubiera escapado a la formación platónica en geometría, dialéctica y retórica". Se sabe que Epicuro estudió bajo la instrucción de un platonista sami llamado Pánfilo, probablemente durante unos cuatro años. Su Carta de Meneceo y los fragmentos que se conservan de otros escritos suyos sugieren claramente que recibió una amplia formación en retórica. Tras la muerte de Alejandro Magno, Pérdicas expulsó a los colonos atenienses de Samos a Colofón, en la costa de la actual Turquía. Tras cumplir su servicio militar, Epicuro se reunió allí con su familia. Estudió con Nausifanes, que seguía las enseñanzas de Demócrito, cuyo modo de vida admiraba Epicuro.
Las enseñanzas de Epicuro estaban muy influidas por las de filósofos anteriores, en particular Demócrito. No obstante, Epicuro difería de sus predecesores en varios puntos clave del determinismo y negaba vehementemente haber sido influido por ningún filósofo anterior, a los que denunciaba como "confusos". En su lugar, insistió en que había sido "autodidacta". Según DeWitt, las enseñanzas de Epicuro también muestran influencias de la escuela filosófica contemporánea del cinismo. El filósofo cínico Diógenes de Sínope aún vivía cuando Epicuro se encontraba en Atenas para su formación militar obligatoria y es posible que se conocieran. Crates de Tebas (c. 365 - c. 285 a.C.), discípulo de Diógenes, fue un cercano contemporáneo de Epicuro. Epicuro estaba de acuerdo con la búsqueda de la honestidad de los cínicos, pero rechazaba su "insolencia y vulgaridad", enseñando en cambio que la honestidad debe ir acompañada de cortesía y amabilidad. Epicuro compartía este punto de vista con su contemporáneo, el dramaturgo cómico Menandro.
La Carta a Meneceo de Epicuro, posiblemente una de sus primeras obras, está escrita en un estilo elocuente similar al del retórico ateniense Isócrates (436-338 a.C.), pero, para sus obras posteriores, parece haber adoptado el estilo calvo e intelectual del matemático Euclides. La epistemología de Epicuro también tiene una deuda no reconocida con los escritos posteriores de Aristóteles (384-322 a.C.), que rechazó la idea platónica de la Razón hipostática y se basó en la naturaleza y en la evidencia empírica para conocer el universo. Durante los años de formación de Epicuro, el conocimiento griego sobre el resto del mundo se expandía rápidamente debido a la helenización del Próximo Oriente y al auge de los reinos helenísticos. Por consiguiente, la filosofía de Epicuro era más universal que la de sus predecesores, ya que tenía en cuenta tanto a los griegos como a los pueblos no griegos. Es posible que tuviera acceso a los escritos, hoy perdidos, del historiador y etnógrafo Megasthenes, que escribió durante el reinado de Seleuco I Nicator (305-281 a.C.).
Carrera docente
En vida de Epicuro, el platonismo era la filosofía dominante en la enseñanza superior. La oposición de Epicuro al platonismo constituyó una gran parte de su pensamiento. Más de la mitad de las cuarenta doctrinas principales del epicureísmo son contradicciones lisas y llanas del platonismo. Alrededor del año 311 a.C., Epicuro, cuando tenía unos treinta años, comenzó a enseñar en Mitilene. Por esa época, Zenón de Citio, el fundador del estoicismo, llegó a Atenas, con unos veintiún años, pero Zenón no empezó a enseñar lo que se convertiría en estoicismo hasta pasados otros veinte años. Aunque en textos posteriores, como los escritos del orador romano del siglo I a.C. Cicerón, se presenta al epicureísmo y al estoicismo como rivales, parece que esta rivalidad no surgió hasta después de la muerte de Epicuro.
Las enseñanzas de Epicuro provocaron conflictos en Mitilene y se vio obligado a marcharse. Fundó entonces una escuela en Lampsaco antes de regresar a Atenas hacia el año 306 a.C., donde permaneció hasta su muerte. Allí fundó El Jardín (κῆπος), una escuela llamada así por el jardín que poseía y que servía de lugar de reunión de la escuela, a medio camino entre las sedes de otras dos escuelas de filosofía, la Estoa y la Academia. El Jardín era algo más que una escuela; era "una comunidad de practicantes afines y aspirantes a una determinada forma de vida". Los principales miembros eran Hermarco, el financiero Idomeneo, Leonteo y su esposa Temista, el escritor satírico Colotes, el matemático Polieno de Lampsaco y Metrodoro de Lampsaco, el más famoso divulgador del epicureísmo. Su escuela fue la primera de las antiguas escuelas filosóficas griegas en admitir a las mujeres como norma y no como excepción, y la biografía de Epicuro escrita por Diógenes Laërtius menciona a alumnas como Leontion y Nikidion. Séneca el Joven recoge una inscripción en la puerta del Jardín en la epístola XXI de Epistulae morales ad Lucilium: "Forastero, aquí harás bien en quedarte; aquí nuestro mayor bien es el placer".
Según Diskin Clay, el propio Epicuro estableció la costumbre de celebrar anualmente su cumpleaños con comidas comunes, en consonancia con su estatura de heros ktistes ("héroe fundador") del Jardín. Ordenó en su testamento fiestas anuales conmemorativas para sí mismo en la misma fecha (10 del mes de Gamelion). Las comunidades epicúreas continuaron esta tradición, refiriéndose a Epicuro como su "salvador" (soter) y celebrándolo como héroe. El culto al héroe de Epicuro pudo haber funcionado como una religión cívica de tipo jardinero. Sin embargo, las pruebas claras de un culto al héroe epicúreo, así como el propio culto, parecen sepultadas por el peso de la interpretación filosófica póstuma. Epicuro nunca se casó y no tuvo hijos conocidos. Lo más probable es que fuera vegetariano.
Muerte
Diógenes Laërtius cuenta que, según el sucesor de Epicuro, Hermarco, Epicuro murió lenta y dolorosamente en el año 270 a.C. a la edad de setenta y dos años a causa de una obstrucción de las vías urinarias por un cálculo. A pesar del inmenso dolor, se dice que Epicuro se mantuvo alegre y siguió enseñando hasta el final. La brevísima Epístola a Idomeneo, incluida por Diógenes Laërtius en el libro X de sus Vidas y opiniones de filósofos eminentes, puede ofrecernos algunas pistas sobre la muerte de Epicuro. La autenticidad de esta carta es incierta y podría tratarse de una falsificación posterior a favor de Epicuro, destinada a pintar un retrato admirable del filósofo para contrarrestar el gran número de epístolas falsificadas en nombre de Epicuro que lo retrataban desfavorablemente.
Le he escrito esta carta en un día feliz para mí, que es también el último de mi vida. Pues me ha atacado una dolorosa incapacidad para orinar, y también disentería, tan violenta que nada puede añadirse a la violencia de mis sufrimientos. Pero la alegría de mi mente, que proviene del recuerdo de toda mi contemplación filosófica, contrarresta todas estas aflicciones. Y te ruego que cuides de los hijos de Metrodoro, de una manera digna de la devoción mostrada por el joven hacia mí, y hacia la filosofía.
De ser auténtica, esta carta apoyaría la tradición de que Epicuro fue capaz de mantenerse alegre hasta el final, incluso en medio de su sufrimiento. También indicaría que mantuvo una especial preocupación por el bienestar de los niños.
Epistemología
Epicuro y sus seguidores tenían una epistemología bien desarrollada, que se desarrolló como resultado de su rivalidad con otras escuelas filosóficas. Epicuro escribió un tratado titulado Κανών, o Regla, en el que explicaba sus métodos de investigación y su teoría del conocimiento. Este libro, sin embargo, no ha sobrevivido, como tampoco ningún otro texto que explique completa y claramente la epistemología epicúrea, quedando sólo las menciones de esta epistemología por varios autores para reconstruirla. Epicuro era un ferviente empirista; creía que los sentidos eran las únicas fuentes fiables de información sobre el mundo. Rechazaba la idea platónica de la "Razón" como fuente fiable de conocimiento sobre el mundo, aparte de los sentidos, y se oponía enconadamente a los Pirrónicos y a los Escépticos Académicos, que no sólo cuestionaban la capacidad de los sentidos para proporcionar un conocimiento exacto sobre el mundo, sino también si es siquiera posible saber algo sobre el mundo.
Epicuro sostenía que los sentidos nunca engañan a los humanos, pero que los sentidos pueden ser malinterpretados. Epicuro sostenía que el propósito de todo conocimiento es ayudar a los humanos a alcanzar la ataraxia. Enseñaba que el conocimiento se aprende a través de las experiencias y no de forma innata, y que la aceptación de la verdad fundamental de las cosas que percibe una persona es esencial para su salud moral y espiritual. En la Carta a Pitocles afirma: "Si una persona lucha contra la clara evidencia de sus sentidos nunca podrá participar de la auténtica tranquilidad". Epicuro consideraba que el instinto era la máxima autoridad en cuestiones de moralidad y sostenía que el hecho de que una persona sienta que una acción es correcta o incorrecta es una guía mucho más convincente para saber si ese acto es realmente correcto o incorrecto que las máximas abstractas, las estrictas reglas codificadas de la ética o incluso la propia razón.
Epicuro permitía que toda afirmación que no sea directamente contraria a la percepción humana tiene la posibilidad de ser verdadera. No obstante, cualquier cosa contraria a la experiencia de una persona puede descartarse como falsa. Los epicúreos utilizaban a menudo analogías con la experiencia cotidiana para apoyar su argumento de los llamados "imperceptibles", que incluían todo aquello que un ser humano no puede percibir, como el movimiento de los átomos. De acuerdo con este principio de no contradicción, los epicúreos creían que los acontecimientos del mundo natural pueden tener múltiples causas que son todas igualmente posibles y probables. Lucrecio escribe en Sobre la naturaleza de las cosas, traducido por William Ellery Leonard:
Hay, además, alguna cosa De lo cual no basta una sola causa sino varias, de las cuales una será la verdadera: he aquí que si vieras a lo lejos el cuerpo sin vida de alguien, Sería conveniente nombrar todas las causas de una muerte, que la causa de su muerte pueda ser nombrada: Pues prueba que no pereció por el acero, ni por frío, ni por veneno, ni por enfermedad, Sin embargo, algo de este tipo le ha sucedido. Lo sabemos, y así tenemos que decir lo mismo en diversos casos.
Epicuro favorece las explicaciones naturalistas frente a las teológicas. En su Carta a Pitocles, ofrece cuatro posibles explicaciones naturales diferentes para los truenos, seis posibles explicaciones naturales diferentes para los relámpagos, tres para la nieve, tres para los cometas, dos para el arco iris, dos para los terremotos, y así sucesivamente. Aunque ahora se sabe que todas estas explicaciones son falsas, supusieron un paso importante en la historia de la ciencia, porque Epicuro intentaba explicar los fenómenos naturales mediante explicaciones naturales, en lugar de recurrir a inventar elaboradas historias sobre dioses y héroes míticos.
Ética
Epicuro era hedonista, es decir, enseñaba que lo placentero es moralmente bueno y lo doloroso es moralmente malo. Definió idiosincrásicamente el "placer" como la ausencia de sufrimiento y enseñó que todos los seres humanos deben tratar de alcanzar el estado de ataraxia, que significa "tranquilidad", un estado en el que la persona está completamente libre de todo dolor o sufrimiento. Sostenía que la mayor parte del sufrimiento que experimentan los seres humanos está causado por el miedo irracional a la muerte, al castigo divino y al castigo en el más allá. En su Carta a Meneceo, Epicuro explica que la gente busca la riqueza y el poder a causa de estos temores, creyendo que tener más dinero, prestigio o influencia política les salvará de la muerte. Sin embargo, él sostiene que la muerte es el fin de la existencia, que las terroríficas historias de castigos en el más allá son supersticiones ridículas y que, por tanto, no hay nada que temer. Escribe en su Carta a Meneceo: "Acostúmbrate a creer que la muerte no es nada para nosotros, porque el bien y el mal implican sensibilidad, y la muerte es la privación de toda sensibilidad;... La muerte, por lo tanto, el más terrible de los males, no es nada para nosotros, ya que, cuando somos, la muerte no ha llegado, y, cuando la muerte ha llegado, no somos". De esta doctrina surgió el epitafio epicúreo: Non fui, fui, non-sum, non-curo (No me importa"), que está inscrito en las lápidas de sus seguidores y se ve en muchas lápidas antiguas del Imperio Romano. Esta cita se utiliza hoy a menudo en los funerales humanistas.
El Tetrapharmakos presenta un resumen de los puntos clave de la ética epicúrea:
Aunque Epicuro ha sido comúnmente malinterpretado como un defensor de la búsqueda desenfrenada del placer, él, de hecho, sostenía que una persona sólo puede ser feliz y estar libre de sufrimiento viviendo sabia, sobria y moralmente. Desaprobaba enérgicamente la sensualidad descarnada y excesiva y advertía de que una persona debe tener en cuenta si las consecuencias de sus actos se traducirán en sufrimiento, escribiendo: "la vida placentera no se produce por una serie de borracheras y juergas, ni por el disfrute de chicos y mujeres, ni por el pescado y los demás artículos de un menú caro, sino por el razonamiento sobrio". También escribió que un solo buen trozo de queso podía ser igual de placentero que todo un festín. Además, Epicuro enseñaba que "no es posible vivir placenteramente sin vivir con sensatez y nobleza y justicia", porque una persona que comete actos de deshonestidad o injusticia estará "cargada de problemas" a causa de su propia mala conciencia y vivirá con el temor constante de que sus fechorías sean descubiertas por los demás. Sin embargo, una persona que es amable y justa con los demás no tendrá miedo y tendrá más probabilidades de alcanzar la ataraxia.
Epicuro distingue dos tipos de placer: los placeres "en movimiento" (κατὰ κίνησιν ἡδοναί) y los placeres "estáticos" (καταστηματικαὶ ἡδοναί). Los placeres "en movimiento" se producen cuando se está satisfaciendo un deseo e implican una excitación activa de los sentidos. Una vez satisfechos los deseos (por ejemplo, cuando uno está lleno después de comer), el placer desaparece rápidamente y vuelve el sufrimiento de querer satisfacer de nuevo el deseo. Para Epicuro, los placeres estáticos son los mejores, ya que los placeres en movimiento están siempre ligados al dolor. Epicuro tenía una mala opinión del sexo y del matrimonio, considerándolos de dudoso valor. En cambio, sostenía que las amistades platónicas son esenciales para vivir una vida feliz. Una de las Doctrinas Principales afirma: "De las cosas que la sabiduría adquiere para la bienaventuranza de la vida en su conjunto, la mayor con mucho es la posesión de la amistad". También enseñó que la filosofía es en sí misma un placer en el que ocuparse. Una de las citas de Epicuro recogidas en los Dichos vaticanos afirma: "En otras búsquedas, el fruto duramente ganado llega al final. Pero en la filosofía, el placer sigue el ritmo del conocimiento. No es después de la lección cuando llega el disfrute: el aprendizaje y el disfrute suceden al mismo tiempo."
Epicuro distingue tres tipos de deseos: naturales y necesarios, naturales pero innecesarios, y vanos y vacíos. Los deseos naturales y necesarios son los deseos de alimento y vivienda. Son fáciles de satisfacer, difíciles de eliminar, producen placer cuando se satisfacen y son naturalmente limitados. Ir más allá de estos límites produce deseos innecesarios, como el deseo de alimentos de lujo. Aunque la comida es necesaria, la comida de lujo no lo es. En consecuencia, Epicuro aboga por una vida de moderación hedonista mediante la reducción del deseo, eliminando así la infelicidad causada por los deseos insatisfechos. Los deseos vanos incluyen los deseos de poder, riqueza y fama. Son difíciles de satisfacer porque, por mucho que uno consiga, siempre puede querer más. Estos deseos son inculcados por la sociedad y por falsas creencias sobre lo que necesitamos. No son naturales y deben evitarse.
Las enseñanzas de Epicuro fueron introducidas en la filosofía y la práctica médicas por el médico epicúreo Asclepíades de Bitinia, que fue el primer médico que introdujo la medicina griega en Roma. Asclepíades introdujo el trato amable, simpático, agradable e indoloro de los pacientes. Defendió el tratamiento humano de los trastornos mentales, hizo que se liberara a los dementes de su reclusión y los trató con terapias naturales, como la dieta y los masajes. Sus enseñanzas son sorprendentemente modernas, por lo que se considera a Asclepíades un médico pionero en psicoterapia, fisioterapia y medicina molecular.
Física
Epicuro escribe en su Carta a Heródoto (no el historiador) que "nada surge jamás de lo inexistente", indicando que, por tanto, todos los acontecimientos tienen causas, independientemente de que éstas sean conocidas o desconocidas. Del mismo modo, también escribe que nunca nada pasa a la nada, porque, "si un objeto que pasa de nuestra vista fuera completamente aniquilado, todo en el mundo habría perecido, ya que aquello en lo que las cosas se disiparon sería inexistente". Por ello afirma: "La totalidad de las cosas siempre fue tal como es en la actualidad y siempre seguirá siendo la misma porque no hay nada en lo que pueda cambiar, en la medida en que no hay nada fuera de la totalidad que pueda entrometerse y efectuar un cambio." Al igual que Demócrito antes que él, Epicuro enseñaba que toda la materia está formada en su totalidad por partículas extremadamente diminutas llamadas "átomos" (atomos, que significa "indivisible"). Para Epicuro y sus seguidores, la existencia de los átomos era una cuestión de observación empírica; el devoto seguidor de Epicuro, el poeta romano Lucrecio, cita el desgaste gradual de los anillos por el uso, de las estatuas por los besos, de las piedras por el goteo del agua y de los caminos por los que se camina en Sobre la naturaleza de las cosas como prueba de la existencia de los átomos como partículas diminutas e imperceptibles.
También como Demócrito, Epicuro era un materialista que enseñaba que lo único que existe son los átomos y el vacío. El vacío se da en cualquier lugar donde no haya átomos. Epicuro y sus seguidores creían que tanto los átomos como el vacío son infinitos y que, por tanto, el universo no tiene límites. En Sobre la naturaleza de las cosas, Lucrecio argumenta este punto utilizando el ejemplo de un hombre que lanza una jabalina al límite teórico de un universo finito. Afirma que la jabalina debe rebasar el borde del universo, en cuyo caso no se trata realmente de un límite, o debe ser bloqueada por algo e impedirle continuar su camino, pero, si eso ocurre, entonces el objeto que la bloquea debe estar fuera de los confines del universo. Como resultado de esta creencia de que el universo y el número de átomos que lo componen son infinitos, Epicuro y los epicúreos creían que también debía haber infinitos mundos dentro del universo.
Epicuro enseñaba que el movimiento de los átomos es constante, eterno y sin principio ni fin. Sostenía que existen dos tipos de movimiento: el de los átomos y el de los objetos visibles. Ambos tipos de movimiento son reales y no ilusorios. Demócrito había descrito los átomos no sólo como eternamente móviles, sino también como eternamente volando por el espacio, chocando, uniéndose y separándose unos de otros según fuera necesario. Alejándose raramente de la física de Demócrito, Epicuro propuso la idea del "giro" atómico (latín: clinamen), una de sus ideas originales más conocidas. Según esta idea, los átomos, al desplazarse por el espacio, pueden desviarse ligeramente de la trayectoria que normalmente deberían seguir. Epicuro introdujo esta doctrina porque quería preservar los conceptos de libre albedrío y responsabilidad ética, manteniendo al mismo tiempo el modelo físico determinista del atomismo. Lucrecio lo describe diciendo: "Es esta ligera desviación de los cuerpos primigenios, en tiempos y lugares indeterminados, lo que impide que la mente como tal experimente una compulsión interior al hacer todo lo que hace y se vea obligada a soportar y sufrir como un cautivo encadenado."
Epicuro fue el primero en afirmar que la libertad humana es el resultado del indeterminismo fundamental del movimiento de los átomos. Esto ha llevado a algunos filósofos a pensar que, para Epicuro, el libre albedrío era causado directamente por el azar. En su Sobre la naturaleza de las cosas, Lucrecio parece sugerirlo en el pasaje más conocido sobre la posición de Epicuro. Sin embargo, en su Carta a Meneceo, Epicuro sigue a Aristóteles e identifica claramente tres posibles causas: "algunas cosas suceden por necesidad, otras por casualidad, otras por nuestra propia agencia". Aristóteles decía que algunas cosas "dependen de nosotros" (eph'hemin). Epicuro estuvo de acuerdo, y dijo que es a estas últimas cosas a las que naturalmente van unidas la alabanza y la culpa. Para Epicuro, el "volantazo" de los átomos simplemente derrotaba al determinismo para dejar espacio a la agencia autónoma.
Teología
En su Carta a Meneceo, resumen de sus propias enseñanzas morales y teológicas, el primer consejo que el propio Epicuro da a su alumno es: "Primero, cree que un dios es un animal indestructible y bienaventurado, de acuerdo con la concepción general de dios que se tiene comúnmente, y no atribuyas a dios nada ajeno a su indestructibilidad o repugnante a su bienaventuranza". Epicuro sostenía que él y sus seguidores sabían que los dioses existen porque "nuestro conocimiento de ellos es una cuestión de percepción clara y distinta", lo que significa que la gente puede sentir empíricamente sus presencias. No quería decir que la gente pueda ver a los dioses como objetos físicos, sino que pueden ver visiones de los dioses enviadas desde las remotas regiones del espacio interestelar en las que residen realmente. Según George K. Strodach, Epicuro podría haber prescindido fácilmente de los dioses sin alterar en gran medida su visión materialista del mundo, pero los dioses siguen desempeñando una función importante en la teología de Epicuro como dechados de virtud moral a los que emular y admirar.
Epicuro rechazaba la visión griega convencional de los dioses como seres antropomórficos que caminaban por la Tierra como la gente corriente, engendraban descendencia ilegítima con los mortales y perseguían enemistades personales. En su lugar, enseñaba que los dioses son seres moralmente perfectos, pero distantes e inmóviles, que viven en las remotas regiones del espacio interestelar. En consonancia con estas enseñanzas, Epicuro rechazaba categóricamente la idea de que las deidades estuvieran implicadas de algún modo en los asuntos humanos. Epicuro sostenía que los dioses son tan absolutamente perfectos y están tan alejados del mundo que son incapaces de escuchar oraciones o súplicas o de hacer prácticamente nada aparte de contemplar sus propias perfecciones. En su Carta a Heródoto, niega específicamente que los dioses tengan control alguno sobre los fenómenos naturales, argumentando que esto contradiría su naturaleza fundamental, que es perfecta, porque cualquier tipo de implicación mundana empañaría su perfección. Además, advirtió de que creer que los dioses controlan los fenómenos naturales sólo induciría a la gente a creer en la superstición de que los dioses castigan a los humanos por sus malas acciones, lo que sólo infunde miedo e impide que la gente alcance la ataraxia.
El propio Epicuro critica la religión popular tanto en su Carta a Meneceo como en su Carta a Heródoto, pero en un tono comedido y moderado. Los epicúreos posteriores siguieron principalmente las mismas ideas que Epicuro, creyendo en la existencia de los dioses, pero rechazando enfáticamente la idea de la providencia divina. Sin embargo, sus críticas a la religión popular son a menudo menos suaves que las del propio Epicuro. La Carta a Pitocles, escrita por un epicúreo posterior, es desdeñosa y despectiva hacia la religión popular, y el devoto seguidor de Epicuro, el poeta romano Lucrecio (c. 99 a.C.-c. 55 a.C.), atacó apasionadamente la religión popular en su poema filosófico Sobre la naturaleza de las cosas. En este poema, Lucrecio declara que las prácticas religiosas populares no sólo no inculcan la virtud, sino que dan lugar a "fechorías impías e impías", citando como ejemplo el mítico sacrificio de Ifigenia. Lucrecio sostiene que la creación y la providencia divinas son ilógicas, no porque los dioses no existan, sino porque estas nociones son incompatibles con los principios epicúreos de indestructibilidad y bienaventuranza de los dioses. El posterior filósofo pirronista Sexto Empírico (c. 160 - c. 210 d.C.) rechazó las enseñanzas de los epicúreos específicamente porque los consideraba "dogmáticos" teológicos.
La paradoja epicúrea o enigma de Epicuro o trilema de Epicuro es una versión del problema del mal. Lactancio atribuye este trilema a Epicuro en De Ira Dei, 13, 20-21:
Dios, dice, o quiere quitar los males, y no puede; o puede, y no quiere; o no quiere ni puede, o quiere y puede. Si quiere y no puede, es débil, lo cual no está de acuerdo con el carácter de Dios; si puede y no quiere, es envidioso, lo cual está igualmente en desacuerdo con Dios; si no quiere ni puede, es envidioso y débil, y por tanto no es Dios; si quiere y puede, que es lo único que conviene a Dios, ¿de qué proceden entonces los males? ¿O por qué no los elimina?
En Diálogos sobre la religión natural (1779), David Hume también atribuye el argumento a Epicuro:
Las viejas preguntas de Epicuro siguen sin respuesta. ¿Está dispuesto a impedir el mal, pero no puede? entonces es impotente. ¿Es capaz, pero no quiere? entonces es malévolo. ¿Puede y quiere? ¿De dónde viene el mal?
No se conserva ningún escrito de Epicuro que contenga este argumento. Sin embargo, la mayor parte de los escritos de Epicuro se han perdido y es posible que se haya encontrado alguna forma de este argumento en su tratado perdido Sobre los dioses, que Diógenes Laërtius describe como una de sus obras más importantes. Si Epicuro realmente formuló alguna forma de este argumento, no habría sido un argumento contra la existencia de deidades, sino más bien un argumento contra la providencia divina. Los escritos conservados de Epicuro demuestran que creía en la existencia de deidades. Además, la religión era una parte tan integral de la vida cotidiana en Grecia durante el primer periodo helenístico que es dudoso que alguien durante ese periodo pudiera haber sido ateo en el sentido moderno de la palabra. En su lugar, la palabra griega ἄθεος (átheos), que significa "sin un dios", se utilizaba como un término de abuso, no como un intento de describir las creencias de una persona.
Política
Epicuro promovió una teoría innovadora de la justicia como contrato social. La justicia, decía Epicuro, es un acuerdo para no dañar ni ser dañado, y necesitamos tener tal contrato para disfrutar plenamente de los beneficios de vivir juntos en una sociedad bien ordenada. Las leyes y los castigos son necesarios para mantener a raya a los locos descarriados que, de otro modo, romperían el contrato. Pero la persona sabia ve la utilidad de la justicia y, debido a sus deseos limitados, no tiene necesidad de incurrir en la conducta prohibida por las leyes en ningún caso. Las leyes que son útiles para promover la felicidad son justas, pero las que no son útiles no son justas. (Doctrinas principales 31-40)
Epicuro desaconsejaba la participación en política, ya que ello conduce a la perturbación y a la búsqueda de estatus. En su lugar, abogaba por no llamar la atención sobre uno mismo. Este principio se personifica en la frase lathe biōsas (λάθε βιώσας), que significa "vivir en la oscuridad", "pasar por la vida sin llamar la atención", es decir, vivir sin perseguir la gloria ni la riqueza ni el poder, sino de forma anónima, disfrutando de pequeñas cosas como la comida, la compañía de los amigos, etc. Plutarco profundizó en este tema en su ensayo ¿Es correcto el dicho "Vivir en la oscuridad"? (cf. Flavio Filóstrato, Vita Apollonii 8.28.12.
Epicuro fue un escritor muy prolífico. Según Diógenes Laërtius, escribió alrededor de 300 tratados sobre diversos temas. Han llegado hasta nuestros días más escritos originales de Epicuro que de cualquier otro filósofo griego helenístico. Sin embargo, la mayor parte de lo que escribió se ha perdido y la mayor parte de lo que se conoce sobre las enseñanzas de Epicuro procede de los escritos de sus seguidores posteriores, en particular del poeta romano Lucrecio. Las únicas obras completas de Epicuro que se conservan son tres cartas relativamente extensas, citadas íntegramente en el libro X de Vidas y opiniones de filósofos eminentes de Diógenes Laërtius, y dos grupos de citas: las Doctrinas principales (Κύριαι Δόξαι), que también se conservan citadas por Diógenes Laërcio, y los Dichos vaticanos, conservados en un manuscrito de la Biblioteca Vaticana que se descubrió por primera vez en 1888. En la Carta a Heródoto y la Carta a Pitocles, Epicuro resume su filosofía sobre la naturaleza y, en la Carta a Meneceo, resume sus enseñanzas morales. Entre los fragmentos de papiro calcinados de la Villa de los Papiros de Herculano se han encontrado numerosos fragmentos del tratado perdido de Epicuro sobre la naturaleza, de treinta y siete volúmenes. Los estudiosos comenzaron a intentar desentrañar y descifrar estos pergaminos en 1800, pero los esfuerzos son minuciosos y aún no han concluido.
Según Diógenes Laercio (10.27-9), las principales obras de Epicuro son:
Epicureísmo antiguo
El epicureísmo fue muy popular desde el principio. Diógenes Laërtius cuenta que el número de epicúreos en todo el mundo superaba la población de ciudades enteras. Sin embargo, Epicuro no fue admirado universalmente y, en vida, fue vilipendiado como bufón ignorante y sibarita egoísta. Fue el filósofo más admirado y despreciado del Mediterráneo durante casi cinco siglos. El epicureísmo se extendió rápidamente más allá de la Grecia continental por todo el mundo mediterráneo. En el siglo I a.C., se había establecido con fuerza en Italia. El orador romano Cicerón (106 - 43 a.C.), que deploraba la ética epicúrea, se lamentaba: "Los epicúreos han tomado Italia por asalto".
La inmensa mayoría de las fuentes griegas y romanas conservadas son vehementemente negativas con respecto al epicureísmo y, según Pamela Gordon, suelen describir al propio Epicuro como "monstruoso o risible". Muchos romanos, en particular, tenían una opinión negativa del epicureísmo, pues consideraban que su defensa de la búsqueda de la voluptas ("placer") era contraria al ideal romano de la virtus ("virtud viril"). Por ello, los romanos solían estereotipar a Epicuro y a sus seguidores como débiles y afeminados. Entre los críticos más destacados de su filosofía se encuentran autores prominentes como el estoico romano Séneca el Joven (c. 4 a.C. - 65 d.C.) y el platonista medio griego Plutarco (c. 46 - c. 120), que se burlaban de estos estereotipos como inmorales y de mala reputación. Gordon caracteriza la retórica antiepicúrea como tan "torpe" y tergiversadora de las enseñanzas reales de Epicuro que a veces resulta "cómica". En su De vita beata, Séneca afirma que la "secta de Epicuro... tiene mala reputación, y sin embargo no la merece" y la compara con "un hombre vestido: su castidad permanece, su virilidad está intacta, su cuerpo no se ha sometido sexualmente, pero en su mano hay un tímpano".
El epicureísmo fue una escuela filosófica notoriamente conservadora; aunque los seguidores posteriores de Epicuro ampliaron su filosofía, conservaron dogmáticamente lo que él mismo había enseñado originalmente sin modificarlo. Los epicúreos y sus admiradores veneraban al propio Epicuro como un gran maestro de ética, un salvador e incluso un dios. Su imagen se llevaba en los anillos de los dedos, se exhibían retratos suyos en las salas de estar y los seguidores adinerados veneraban su imagen en esculturas de mármol. Sus admiradores veneraban sus dichos como oráculos divinos, llevaban consigo copias de sus escritos y guardaban copias de sus cartas como si fueran las cartas de un apóstol. El vigésimo día de cada mes, los admiradores de sus enseñanzas celebraban un solemne ritual para honrar su memoria. Al mismo tiempo, los detractores de sus enseñanzas lo denunciaban con vehemencia y persistencia.
Sin embargo, en los siglos I y II d.C., el epicureísmo empezó a decaer gradualmente al no poder competir con el estoicismo, que tenía un sistema ético más acorde con los valores tradicionales romanos. El epicureísmo también sufrió una decadencia a raíz del cristianismo, que también se expandía rápidamente por el Imperio Romano. De todas las escuelas filosóficas griegas, el epicureísmo era la que más se oponía a las nuevas enseñanzas cristianas, ya que los epicúreos creían que el alma era mortal, negaban la existencia de una vida después de la muerte, negaban que lo divino tuviera un papel activo en la vida humana y defendían el placer como principal objetivo de la existencia humana. Por ello, escritores cristianos como Justino Mártir (c. 100-165 d.C.), Atenágoras de Atenas (c. 133-190), Tertuliano (c. 155-240), Clemente de Alejandría (c. 150-215), Arnobio (muerto c. 330) y Lactancio (c. 250-325) lo criticaron con virulencia.
A pesar de ello, DeWitt argumenta que el epicureísmo y el cristianismo comparten mucho lenguaje común, llamando al epicureísmo "la primera filosofía misionera" y "la primera filosofía del mundo". Tanto el epicureísmo como el cristianismo hacían gran hincapié en la importancia del amor y el perdón, y las primeras representaciones cristianas de Jesús son a menudo similares a las representaciones epicúreas de Epicuro. DeWitt sostiene que el epicureísmo, en muchos sentidos, contribuyó a allanar el camino para la difusión del cristianismo al "ayudar a salvar la distancia entre el intelectualismo griego y un modo de vida religioso" y "desplazar el énfasis de las virtudes políticas a las sociales y ofrecer lo que puede llamarse una religión de la humanidad".
Edad Media
A principios del siglo V d.C., el epicureísmo estaba prácticamente extinguido. El padre de la Iglesia cristiana Agustín de Hipona (354-430 d.C.) declaró: "sus cenizas están tan frías que no se puede sacar de ellas ni una sola chispa". Mientras que las ideas de Platón y Aristóteles podían adaptarse fácilmente a una visión cristiana del mundo, las de Epicuro no lo eran tanto. Así, mientras que Platón y Aristóteles gozaron de un lugar privilegiado en la filosofía cristiana durante toda la Edad Media, Epicuro no fue tenido en tanta estima. Se disponía de información sobre las enseñanzas de Epicuro, a través de la obra de Lucrecio Sobre la naturaleza de las cosas, citas de la misma encontradas en gramáticas y florilegios latinos medievales, y enciclopedias, como la Etymologiae de Isidoro de Sevilla (siglo VII) y De universo de Hrabanus Maurus (siglo IX), pero hay pocas pruebas de que estas enseñanzas fueran estudiadas o comprendidas sistemáticamente.
Durante la Edad Media, Epicuro era recordado por los cultos como un filósofo, pero aparecía con frecuencia en la cultura popular como portero del Jardín de las Delicias, el "propietario de la cocina, la taberna y el burdel". Aparece bajo esta apariencia en el Matrimonio de Mercurio y Filología de Martianus Capella (siglo V), el Policraticus de Juan de Salisbury (1159), el Mirour de l'Omme de John Gower y los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer. Epicuro y sus seguidores aparecen en el Infierno de Dante Alighieri, en el Sexto Círculo del Infierno, donde son encarcelados en ataúdes llameantes por haber creído que el alma muere con el cuerpo.
Renacimiento
En 1417, un cazador de manuscritos llamado Poggio Bracciolini descubrió una copia de Sobre la naturaleza de las cosas de Lucrecio en un monasterio cercano al lago Constanza. El descubrimiento de este manuscrito suscitó una gran expectación, ya que los eruditos estaban deseosos de analizar y estudiar las enseñanzas de los filósofos clásicos y este texto, hasta entonces olvidado, contenía la exposición más completa de las enseñanzas de Epicuro conocida en latín. La primera disertación académica sobre Epicuro, De voluptate (Sobre el placer), del humanista italiano y sacerdote católico Lorenzo Valla, se publicó en 1431. Valla no menciona a Lucrecio ni su poema. En su lugar, presentó el tratado como una discusión sobre la naturaleza del bien supremo entre un epicúreo, un estoico y un cristiano. El diálogo de Valla rechaza en última instancia el epicureísmo, pero, al presentar a un epicúreo como miembro de la disputa, Valla dio credibilidad al epicureísmo como filosofía que merecía ser tomada en serio.
Ninguno de los humanistas del Quattrocento se adhirió claramente al epicureísmo, pero eruditos como Francesco Zabarella (1360-1417), Francesco Filelfo (1398-1481), Cristoforo Landino (1424-1498) y Leonardo Bruni (c. 1370-1444) hicieron del epicureísmo un análisis más justo que el que había recibido tradicionalmente y ofrecieron una valoración menos abiertamente hostil del propio Epicuro. No obstante, "epicureísmo" siguió siendo un término peyorativo, sinónimo de búsqueda egoísta extrema del placer, más que el nombre de una escuela filosófica. Esta reputación disuadió a los eruditos cristianos ortodoxos de interesarse por las enseñanzas epicúreas. El epicureísmo no arraigó en Italia, Francia o Inglaterra hasta el siglo XVII. Ni siquiera los escépticos religiosos liberales de los que cabría esperar que se interesaran por el epicureísmo lo hicieron; Étienne Dolet (1509-1546) sólo menciona a Epicuro una vez en todos sus escritos y François Rabelais (entre 1483 y 1494-1553) no lo menciona nunca. La excepción la constituye Michel de Montaigne (1533-1592), que en sus Ensayos cita 450 líneas de la obra de Lucrecio Sobre la naturaleza de las cosas. Su interés por Lucrecio, sin embargo, parece haber sido principalmente literario y es ambiguo acerca de sus sentimientos sobre la visión epicúrea del mundo de Lucrecio. Durante la Reforma protestante, la etiqueta de "epicúreo" se utilizó como insulto entre protestantes y católicos.
Revival
En el siglo XVII, el sacerdote católico y erudito francés Pierre Gassendi (1592-1655) intentó desbancar al aristotelismo de su posición de dogma supremo presentando el epicureísmo como una alternativa mejor y más racional. En 1647, Gassendi publicó su libro De vita et moribus Epicuri (La vida y la moral de Epicuro), una apasionada defensa del epicureísmo. En 1649, publicó un comentario sobre la Vida de Epicuro de Diógenes Laërtius. En el momento de su muerte, en 1655, dejó inacabado el Syntagma philosophicum (Compendio filosófico), una síntesis de las doctrinas epicúreas. Se publicó finalmente en 1658, tras ser revisada por sus editores. Gassendi modificó las enseñanzas de Epicuro para hacerlas aceptables al público cristiano. Por ejemplo, sostuvo que los átomos no eran eternos, increados e infinitos en número, sino que Dios creó un número extremadamente grande pero finito de átomos en el momento de la creación.
Gracias a las modificaciones introducidas por Gassendi, sus libros nunca fueron censurados por la Iglesia católica. Llegaron a ejercer una profunda influencia en escritos posteriores sobre Epicuro. La versión de Gassendi de las enseñanzas de Epicuro se hizo popular entre algunos miembros de los círculos científicos ingleses. Sin embargo, para estos eruditos, el atomismo epicúreo no era más que un punto de partida para sus propias adaptaciones idiosincrásicas del mismo. Para los pensadores ortodoxos, el epicureísmo seguía considerándose inmoral y herético. Por ejemplo, Lucy Hutchinson (1620-1681), la primera traductora al inglés de la obra de Lucrecio Sobre la naturaleza de las cosas, denunció a Epicuro como "un perro lunático" que formulaba "doctrinas ridículas, impías y execrables".
Las enseñanzas de Epicuro se hicieron respetables en Inglaterra gracias al filósofo natural Walter Charleton (1619-1707), cuya primera obra epicúrea, Las tinieblas del ateísmo disipadas por la luz de la naturaleza (1652), promovió el epicureísmo como un "nuevo" atomismo. Su siguiente obra Physiologia Epicuro-Gassendo-Charletoniana, or a Fabrick of Science Natural, on a Hypothesis of Atoms, Founded by Epicurus, Repaired by Petrus Gassendus, and Augmented by Walter Charleton (1654) acentuó esta idea. Estas obras, junto con la Moral de Epicuro de Charleton (1658), proporcionaron al público inglés descripciones de fácil acceso sobre la filosofía de Epicuro y aseguraron a los cristianos ortodoxos que el epicureísmo no constituía una amenaza para sus creencias. La Royal Society, fundada en 1662, promovió el atomismo epicúreo. Uno de los defensores más prolíficos del atomismo fue el químico Robert Boyle (1627-1691), que lo defendió en publicaciones como The Origins of Forms and Qualities (1666), Experiments, Notes, etc. about the Mechanical Origin and Production of Divers Particular Qualities (1675) y Of the Excellency and Grounds of the Mechanical Hypothesis (1674). A finales del siglo XVII, el atomismo epicúreo era ampliamente aceptado por los miembros de la comunidad científica inglesa como el mejor modelo para explicar el mundo físico, pero se había modificado tanto que Epicuro ya no era considerado su padre original.
La Ilustración y después
Las polémicas antiepicúreas del obispo anglicano Joseph Butler en sus Quince sermones predicados en la Rolls Chapel (1726) y Analogía de la religión (1736) marcaron la pauta de lo que la mayoría de los cristianos ortodoxos creyeron sobre el epicureísmo durante el resto de los siglos XVIII y XIX. No obstante, hay algunos indicios en este período de la mejora de la reputación de Epicuro. El epicureísmo empezaba a perder su asociación con la glotonería indiscriminada e insaciable, que había caracterizado su reputación desde la Antigüedad. En su lugar, la palabra "epicúreo" comenzó a referirse a una persona con un gusto extremadamente refinado por la comida. Ejemplos de este uso son "Los cocineros epicúreos
Alrededor de la misma época, el mandato epicúreo de "vivir en la oscuridad" también empezaba a ganar popularidad. En 1685, Sir William Temple (1628-1699) abandonó una prometedora carrera como diplomático y se retiró a su jardín, dedicándose a escribir ensayos sobre las enseñanzas morales de Epicuro. Ese mismo año, John Dryden tradujo las célebres líneas del Libro II de Sobre la naturaleza de las cosas de Lucrecio: "'Tis pleasant, safely to behold from shore
El filósofo alemán Karl Marx (1818-1883), cuyas ideas son la base del marxismo, se vio profundamente influido de joven por las enseñanzas de Epicuro y su tesis doctoral fue un análisis dialéctico hegeliano de las diferencias entre las filosofías naturales de Demócrito y Epicuro. Marx veía a Demócrito como un escéptico racionalista, cuya epistemología era intrínsecamente contradictoria, pero veía a Epicuro como un empirista dogmático, cuya visión del mundo es internamente coherente y aplicable en la práctica. El poeta británico Alfred Tennyson (1809-1892) alabó "las sobrias majestades
Friedrich Nietzsche señaló en una ocasión: "Incluso hoy en día muchas personas cultas piensan que la victoria del cristianismo sobre la filosofía griega es una prueba de la verdad superior de la primera, aunque en este caso sólo fue lo más tosco y violento lo que venció a lo más espiritual y delicado. En cuanto a la verdad superior, basta observar que las ciencias del despertar se han aliado punto por punto con la filosofía de Epicuro, pero punto por punto han rechazado el cristianismo."
El interés académico por Epicuro y otros filósofos helenísticos aumentó a finales del siglo XX y principios del XXI, con la publicación de un número sin precedentes de monografías, artículos, resúmenes y ponencias en congresos sobre el tema. Los textos de la biblioteca de Filodemo de Gadara en la Villa de los Papiros de Herculano, descubiertos por primera vez entre 1750 y 1765, están siendo descifrados, traducidos y publicados por estudiosos que forman parte del Philodemus Translation Project, financiado por el Fondo Nacional para las Humanidades de Estados Unidos, y parte del Centro per lo Studio dei Papiri Ercolanesi de Nápoles. El atractivo popular de Epicuro entre los no eruditos es difícil de calibrar, pero parece ser relativamente comparable al atractivo de temas filosóficos griegos antiguos más populares tradicionalmente, como el estoicismo, Aristóteles y Platón.
Fuentes
- Epicuro
- Epicurus
- a b c d e f Konstan, David (2018). Zalta, Edward N., ed. Epicurus (Summer 2018 edición). The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Consultado el 23 de febrero de 2019.
- Según D.L. 10.14
- Zur Datierung der Geburt siehe Erler (1994) S. 64f. Nach der Chronik des Apollodoros war das Geburtsjahr das dritte Jahr der 109. Olympiade, unter dem Archon Sosigenes; Diogenes Laertios 10,14.
- Diogenes Laertios X 2; Holger Sonnabend: Epikur. In: Kai Brodersen (Hrsg.): Große Gestalten der griechischen Antike, München 1999, S. 408.
- Fritz Jürß, Reimar Müller, Ernst Günther Schmidt: Griechische Atomisten. Texte und Kommentare zum materialistischen Denken der Antike, Verlag Philipp Reclam jun., Leipzig 1973, S. 61.
- Nach der Chronik des Apollodoros war das Todesjahr das zweite Jahr der 127. Olympiade, unter dem Archon Pytharatos; Diogenes Laertios 10,15.
- a et b André Comte-Sponville, Dictionnaire philosophique, PUF, 2013, articles Epicure.
- Marcel Conche, Sur Epicure, Encre marine, 2014, p.41.
- Bibliothèque de la Pléiade, Les Epicuriens, introduction de Jackie Pigeaud, p.XV.
- Bibliothèque de la Pléiade, Les Epicuriens, notice de Daniel Delattre, p.1075.
- Aurélien Robert, Epicure aux enfers, Hérésie, athéisme et hédonisme au Moyen Age, Fayard, 2021, p.66.